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Escuchando las musarañas

Sí, al fin, esta es la definitiva…

Espero que esta vez no tenga que volver a subir y subir y subir los audios del radiopodcast que tantas veces se perdieron.

radio

Pero ya tienes, si no los escuchaste nunca, un buen rato de entretenimiento sonoro para una tarde de domingo.

El radiopodcast, como sabeis, se quedó in albis, por el trabajito que me daba, así que lo hecho, hecho queda, para la posteridad.

No dejeis de visitarlo aquí.

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Truchas al 69

Hola, musarañer@s!

Hoy os recupero una vieja grabación que hice para el programa de radio que hacia mi amiga Manu sobre cocina y más, y al que dediqué esta musaraña.

truchas69

Ahí teneis una receta de truchas al horno que quita el hipo.

Que lo disfruteis (el plato y el audio)!

http://uploadingit.com/file/eeqy2v3yo46flkl3/truchas3.mp3

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Vuelve el mar de todos los veranos

Hoy recordé esta viejita musaraña, y me hizo temblar, como siempre…. Un libro que sigo recomendando a pesar de todo…

Y como diría una amiga que tengo: ahí queda eso.

* * * * * * *

Publicada el 3 de enero de 2007:

El mismo mar de todos los veranos

Me dicen que sublimo ultimamente mi compulsividad sexual. Ja. Anda, toma, un regalo rescatado del pasado… Es que me acabo desvelando… De uno de mis libros fetiche, los trozos que más me gustan.


“Clara, despacio, tenemos todo el tiempo‑ porque no quiero una vez más, no quiero aquí esta noche, esa agresión febril, esa acometida de animalito salvaje y desamparado, ese placer sombrío y terrible de otras veces.

Y sólo mucho más tarde, cuando estamos desnudas, hermosa su blancura escuálida y ya no avergonzada a la luz de las llamas ‑ahora sí he añadido leña al fuego, he cerrado las cortinas, he buscado unas mantas‑ entre el cabello oscuro y lacio de sirena, sólo ahora, casi de madrugada, dejo que se apretuje contra mí con este deseo oscuro, torpe, desolado que casi me da miedo, pegada a mí la piel contra la piel, iniciando un gemido que muere en estertor, restregándose contra mi cuerpo, sus dos piernas enlazadas como una trampa mortal en torno a mis caderas ‑suavecito, Clara, despacio, tenemos todo el tiempo‑, hasta que me desprendo del estrecho lazo de sus piernas y sus brazos ‑quieta, Clara, quieta, amor‑, la tumbo de espaldas, la fuerzo a no moverse, la sujeto contra el suelo con mis dos manos, y mi boca empieza un recorrido lentísimo por la garganta fina, palpitante, donde agonizan los gemidos, la garganta de alguien que se está ahogando y que no quiere gritar ‑silencio, Clara, quieta, todavía es de noche, tenemos todo el tiempo‑, un recorrido lentísimo por los hombros redondos que no logran de cualquier modo contener el temblor, por los huesos que se le marcan delicados en el escote, por los pechos chiquitos, por los pezones pálidos, de pezón a pezón mi boca mordisqueante, hasta que crecen hacia mí erizados y locos, encrespados bajo el aire abrasado de mi boca, bajo mis labios duros y mis dientes punzantes y breves, y son ellos ya los que buscan dientes y labios, y los muslos de Clara que se levantan hacia el vacío, también buscándome, porque yo sigo con mi boca sobre ella, mis manos inmovilizándola, mi cuerpo todavía distante ‑despacio, Clara, despacio, pronto llegará el alba‑, y los flancos de Clara arqueados de un modo tan violento y contorsionado, tan pálidos y flacos a la luz de las llamas, evocan imágenes sombrías de terribles torturas ancestrales, y ahora sí deslizo mi cuerpo sobre el suyo, y dejo que me aferren frenéticas sus piernas ‑despacio, Clara, despacio, amor, despacio‑, y mi mano va abriendo suavemente el estrecho camino entre su carne y mí carne, entre nuestros dos vientres confundidos, hasta llegar al húmedo pozo entre las piernas, unas fauces babeantes que devoran y vomitan todos los ensueños, y yo me hundo en él como en la boca de una fiera, arrastrada en las ondas de un torbellino en que naufrago, y crece el vaivén de nuestros cuerpos enlazados y el roce de mi mano entre sus muslos, y el gemido de Clara es de pronto como el aullido de una loba blanca degollada o violada con las primeras luces del alba ‑pero no hay temblores locos esta vez, no hay gemidos entrecortados, porque el placer brota, seguro y sin histerias, de lo más hondo de nosotras y asciende lento en un oleaje magnífico de olas espumosas y largas‑, y después Clara yace a mi lado, desmadejada como un muñeco de estopa, jadeante todavía, pero relajada al fin, recuperada finalmente su sombra o liberada para siempre de la caterva de los niños perdidos.

No me pregunta ¿y tú?, ¿estás bien?, ¿te ha gustado a ti? Qué maravilla, Clara no pregunta nada, ni tan siquiera dice que me quiere, queda ronroneante y desmadejada ‑los ojos cerrados y fugitiva en los labios una sonrisa a lo Gioconda‑, hasta es posible que esté medio dormida, porque no hace ningún gesto cuando me levanto, sigue tumbada quieta entre almohadones y mantas, ante las ascuas, igual que un gatito satisfecho que hubiera encontrado por fin su sitio en el hogar

(…) estamos repentinamente al otro lado ‑mucho más allá‑ del miedo y la vergüenza, y es evidente y claro que en cualquier instante yo tendré que morir, porque la ternura me ha traspasado como cien alfileres de diamante, la ternura me ha pisoteado y arrollado a su paso como el más terrible de los ejércitos en marcha, y me voy deshaciendo, disolviendo, desangrando en palabras, tan dulcemente muerta que ya casi no puedo con el peso de Clara ‑que no pesa nada‑‑‑, y menos mal que hemos llegado juntas a las dos camas gemelas y la deposito allí y le deslizo una almohada bajo la cabeza (…) y la cubro con la sábana y la manta de pieles ‑hace frío con la ventana abierta, y yo quiero mantener abierta la ventana porque la habitación olía a cerrado, y porque es imprescindible que oigamos el mar y el viento entre los cañaverales y el pitido del tren al adentrarse en el primer túnel de la mañana‑, y ahora le pido quedo que no despierte, que se duerma, y me tumbo a su lado, a sus espaldas, y ella despega por fin los labios y gime «Elia no te vayas” y sé que podré repetir un millón de veces el mismo recorrido suave de su cuerpo con mis manos, susurrar interminablemente las mismas palabras tontas en su nuca tibia, escucharla dormir plácida y a trechos suspirante, mientras espero la muerte con el alba”

Esther Tusquets
“El mismo mar de todos los veranos”
Ed. Castalia (única con notas de la autora, absolutamente edición agotada)

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Andy vuelve…

Hoy he vuelto a recordar a este pedazo de artista que me encanta. Por eso quiero recuperar la primera musaraña que le dediqué.

Es como dios, pero en ser humano: la metáfora del ser.

No me canso de admirarlo.

Para los que no lo conozcais, afortunados de descubrirlo por primera vez.

(Y aquí más musarañas que mencionan a Andy)

* * * * * * *

Publicada el 13-07-2008.

Andy Goldsworthy: la levedad del ser

Gracias a una historia que enlazo en el post anterior me entero de la existencia de este artista: Andy Goldsworthy.

escultura goldsworthy

Se trata de un hombre que, únicamente con sus manos y con elementos naturales y, a veces, jugándose la vida, crea obras de arte sin igual. Luego las abandona a su suerte y algunas desaparecen, sometidas a vientos y mareas, quedando de ellas apenas registros fotográficos o de video.

Inclasificable. Destrucción poética. Arte efímero. Levedad contra el tiempo.

Un hombre haciendo naturaleza. Y no hay nada más poético, artístico, sublime, original, extraordinario, que la naturaleza.

Disfrutad de estos videos. El primero es un montaje a partir de un documental dedicado a este artista, con música de Dead Can Dance y James Newton Howard.

Y aquí parte del documental original: Rios y Mareas. El documental completo lo he colgado del ventanuco automático (versión en inglés completa y versión en francés en cuatro trocitos).

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Ah, la primavera…

Dedicado a todos los pajarillos asilvestrados

Será que es domingo, será que es primavera, será… lo que será… Que estoy de buen humor. Por eso recalo de nuevo en una musaraña de las preciosas, así, sin venir a cuento, sin más, porque sí.
Será que la vida es así, porque sí…
Y no hay nada más que disfrutar lo que trae… Pero con cuidado…

* * * * * *

Publicado el 14 de abril de 2007

PISA CON CUIDADO

Maravilloso y diferente corto de animación de Heebok Lee (2005) basado en un poema de Yeats, Nobel de literatura en 1923, y su historia de amor no correspondido con la actriz Maud Gonne allá por el principio del siglo XX y que duró dos décadas.

Con música de Yoko Kanno y Hajime Mizoguchi superpuesta a otras palabras de Yeats y a sugerentes formas de expresar el amor.

El poema, extraordinario.

Had I the heavens’ embroidered cloths,
Enwrought with golden and silver light,
The blue and the dim and the dark
Of night and light and the half light,
I would spread the cloths under your feet:
But I, being poor, have only my dreams;
I have spread my dreams under your feet;
Tread softly because you tread on my dreams.

Si tuviese los ropajes bordados celestiales
Repujados con luz dorada y de plata,
El azul, lo sombrío y oscuro
De la noche y la luz y la media luz
Extendería los ropajes bajo tus pies:
Pero como soy pobre, solo tengo mis sueños
He puesto mis sueños bajo tus pies;
Pisa con cuidado porque pisas mis sueños.

Vía: Blog de cine

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O melhor 25 de abril da historia

Sí, ultimamente voy diciendo por todas partes que echo de menos Lisboa, y que a ver si regreso de nuevo. Me gusta ese país, me gustan sus gentes, su forma de ser, su comida y sí, su revolución, que hoy celebran coincidiendo con el lunes de pascua. Pero a mí la pascua me importa poco, así que…

A pesar de que los telediarios hablan de Portugal ahora por otros motivos, quiero, de nuevo, recuperar una vieja musaraña  (con algunos cambios necesarios) en recuerdo de tan señalada fecha en la vida de nuestros vecinos.

Si es que hasta el nombre es bonito… Ojalá todas las revoluciones populares prodemocráticas fueran así, primaverales y con flores…

Publicada el 25 de abril de 2007

La Revolución de los claveles.

Simplesmente o nome já é formoso…

Feliz aniversário!

flores y fusiles

Pinchad la foto

El 25 de abril de 1974, a las 00:25 horas, la Rádio Renascença transmite Grândola, Vila Morena, una canción revolucionaria de José Afonso. Es la señal pactada por el MFA para ocupar los puntos estratégicos del país. Seis horas más tarde el régimen dictatorial se derrumba.

Para celebrarlo he añadido a La valija algunos regalos:

– Levantado del suelo, y El cuento de la Isla desconocida, de José Saramago.

– Poemas, de Pessoa. (Antología en edición bilingüe)

Se nota que tengo debilidad por mis vecinos. Y hoy me entraron ganas de volver a Lisboa…

Ignoro si alguna otra vez en la historia un ejército se puso del lado del pueblo, dio un golpe de estado, acabó con una dictadura y trajo la democracia y la libertad a un país.

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